La piedad del camino
Las pintorescas ramas del álamo del tiempo suscitaron en las retina enjambres de huellas penetrantes y ausentes, como un reloj de sal intrincado y cromado con hebillas del astro de tus labios, abierto, orondo, sin confines, epicentro de todas mis profundidades, algunas con lenguas de espuma, otras amuralladas, como un malecón donde asustar a los pájaros, libertades sucumbidas bajo el subsuelo cadavérico de las reminiscencias y un océano de plumas. No existen agujeros, cavidades, oquedades, en el cuerpo afelpado que arrastra los rincones, ni en el fósil del tiburón que […]
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