Así es como se llama una de las actividades que realizamos semanalmente en el centro de las que más nos gusta. Fue una propuesta de Ángeles, una voluntaria que cada jueves visita nuestro centro. Ella nos metió en el mundo de los puzles y con ella aprendimos a disfrutar de cada uno de los puzles que hacemos.
Para iniciar la actividad, lo primero siempre es buscar un puzle que nos guste a todos, un paisaje, una pintura, una ciudad, un monumento, etc. Algo que coincida con cada uno de los que participamos en la actividad y que se adecue a nuestro nivel. Miramos siempre el número de piezas y la dificultad. Empezamos por los más sencillos y ahora ya estamos con puzles más complicados de entre 1000 y 2000 piezas. Tenemos nuestro rincón puzlero, un espacio tranquilo que nos permite clasificar las piezas ordenadamente. Siempre hacemos dos grupos cada cual con su puzle.
Una vez que tenemos el nuevo puzle nos lo planteamos como un nuevo reto. Vaciamos todas las piezas y empezamos a clasificarlas por su forma y también por los colores, intentando identificar piezas clave, que se puedan convertir en referencia, así nos es más sencillo montarlos. Siempre tenemos delante la reproducción del puzle completo, para que nos sirva de guía y nos permita ir guiándonos.
Es una actividad que activa la mente y la observación, a nosotras personalmente, nos gusta la actividad porque hace que nuestras mentes trabajen y desconecten al mismo tiempo. Nos sentamos y nos sumergimos en un mundo de tranquilidad que nace en nosotros sin apenas darnos cuenta. Al principio es muy difícil pero con el tiempo se le va cogiendo el gusto y mejoramos la forma de buscar las piezas y clasificarlas para ir montando el puzle. Entretiene mucho, y en cada puzle aprendes una cosa. Y la satisfacción que sentimos al verlo terminado es muy grande. Hace falta meses de entrenamiento para hacer uno solo.
Luisa Merelas y Elvira Sandá, colaboradoras del C.R.P.L. Betanzos
